Fuimos al parque para desconectar y tomar aire fresco. Una situación familiar llamó la atención de Gabrielle.
Una mujer se aleja detrás de uno de sus hijos y pide a un señor que intuyo es su pareja que vigile al otro. Esté le contesta “sí” con la cabeza sin dejar de mirar la pantalla de su móvil. Otro señor empuja con una mano el columpio en el que esta sentada su hija y con el pulgar de su mano libre surfea la pantalla de su teléfono.
Después de observar aquellos adultos hipnotizados por sus móviles, me preguntó si tenía la misma enfermedad. Le contesté con un silencio.
Me miró y tras un instante me preguntó si sería capaz de dejar mi iPhone en un cajón durante el siguiente fin de semana.
Ouch! No pensaba que un paseo en un parque infantil me llevaría a un terreno tan peligroso que podría generar una incomodidad diplomática. Tenía que pensar…
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Estos aparatos forman parte integrante de nuestras vidas. El éxito de una tecnología depende de su capacidad para integrarse de forma natural en nuestros hábitos de vida. Los teléfonos inteligentes y las tabletas lo han logrado. Gracias a ellos, ya no hay tiempo improductivo… Creemos.
Mucha gente no es capaz de pasar más de 5 minutos alejada de sus aparatos sin agobiarse. Estar iPhónico o Smartphónico es la capacidad de perder parcialmente o totalmente el contacto con nuestras APPs que nos obliga a estar plenamente presente en el mundo real.
Solo aceptamos ese estado cuando está fuera de nuestro control.
Por ejemplo, cuando estamos:
Sin batería. Aunque mendiguemos en una esquina, nadie parece tener el deseado cargador que nos procure esa valiosa energía.
Sin Wifi al alcance. Sujetamos en alto nuestro móvil y nos movemos raro, como en un ritual para que se manifeste el “espíritu Wifi”. Pero aunque miremos fijamente el símbolo en la pantalla, el e-espectro no llena las barras de conexión. Luchamos contra la tentación de sucumbir ante la fuerza oscura del Roaming, cosa que haría explotar nuestra factura.
Obligados a apagarlo. Nos escondemos del ojo controlador de la azafata antes del despegue del vuelo, estirando al máximo nuestro “estado conectado”. Al aterrizar, en el momento en que las ruedas tocan tierra y nos sentimos seguros, nos escondemos de nuevo para encenderlo…. Y van y nos pillan porque se nos olvidó ponerlo en modo vibración.
El único sitio donde aún nos resulta incómodo llevar el móvil es en la ducha. No porque no podamos hacerlo sino por pura incomodidad.
Para los enganchados, la marca Concord Keystone ha diseñado la funda Marine Case que nos permite mantenernos conectados hasta debajo del agua.
Para auto-convencernos afirmamos que el móvil es una herramienta indispensable en las vacaciones. Sus infinita oferta de Apps nos permiten cosas como:
– ir del punto A al B sin perdernos,
– descubrir restaurantes recomendados,
– twittear nuestras aventuras,
– compartir fotos y videos en el instante en las redes,
– seguir nuestra guía de turismo virtual
… Y lo más importante
– enchufar nuestros hijos a la pantalla con unos dibujos animados para poder disfrutar de la cena.
¿Cómo me puede pedir que sea iPhónico y abandone mi móvil?
Es cierto que puedo caer en la trampa de enviar un email rápido a algún cliente, chatear con colegas de trabajo en WhatsApp, cotillear en Facebook, jugar a algo… No tengo ningún problema con ello ya que, como muchos, he desarrollado la capacidad de “multitarear” mi vida. Vivirla y compartirla al mismo tiempo.
Cuando desarrollamos una aptitud, debemos desprendernos de otra más sutil.
¿Qué va a ser de la espontánea alegría de descubrir cosas por nosotros mismos?… Cosas como:
– Perderse en un pueblo que no aparece en Google Maps y sentirnos aventureros.
– La excitación de entrar en un restaurante desconocido sin tener ni idea de cómo será.
– Dar plena atención a nuestros hijos y volvernos más locos que ellos con sus historias sin pies ni cabeza.
– Aceptar que nuestros ojos son las mejores cámaras y nuestra memoria su álbum.
Nuestros móviles tienen excelentes herramientas que pueden transformarse en una distracción electrónica (“e-distracción”) cuando interfieren en nuestra sincera necesidad de desconectar o empaparnos de un momento sencillo de la vida.
Es el mejor amigo para matar el tiempo o “dar valor” a momentos que pensamos que no aportan nada. Al acudir al teléfono de forma espontanea para gestionar nuestra impaciencia y la necesidad de estímulos, podemos haber cortado otros estímulos naturales. Al final, ¿es un gestor de ansiedad o un provocador de ansiedad?
Como aprendimos de niños a separarnos de nuestros padres, debemos aprender como adultos a separarnos de nuestros móviles.
Al hacerlo ganamos la capacidad de estar realmente presentes en esos momentos sencillos, breves, y mágicos que suceden en un instante preciso y que llenan nuestra memoria de alegría.
Está bien estar iPhónico. Darse un descanso del mundo virtual durante un corto periodo para conectarse plenamente al mundo real es sano.
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Gabrielle esperaba mi respuesta a su pregunta. ¿Puedo estar iPhónico? El desafío del próximo fin de semana está puesto.
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